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"En lo que requiere diligencia, no perezosos;
fervientes en espíritu, sirviendo al Señor"
Ro. 12:11
Las calefacciones modernas han eliminado el trabajo de mantenernos abrigados en los climas fríos. Simplemente fijamos el reloj automático en el termostato, y sentimos el calor en casa cuando nos despertamos por la mañana. Pero en los días de antaño, el fuego se cuidaba mucho y el combustible para alimentarlo se controlaba con mucha atención. Quedarse sin ellos podía ser mortal.
Lo mismo es cierto espiritualmente. Si pensamos que nuestro "fuego espiritual" puede ser encendido con la misma facilidad que una calefacción moderna, corremos el riego de perder nuestro fervor por el Señor.
En el antiguo Israel, a los sacerdotes se les instruía a no dejar que se apagara el fuego en el altar (Lv. 6:9, 12-13). Esto requería mucho trabajo, y recoger leña en un país que no es conocido por sus densos bosques era una ardua tarea.
Algunos estudiosos ven el fuego del altar como un símbolo para la llama de nuestra devoción por el Señor. La pasión espiritual no es algo que ha de tratarse a la ligera o que se dé por sentado. Ésta enfriará si no la mantenemos con suficiente combustible.
El apóstol Pablo trató el asunto del fervor espiritual en su carta a los Romanos (12:1-2,11). Para mantener ardiendo fuerte el fuego de nuestra devoción, debemos continuar con el duro trabajo de apilar nuestro suministro de combustible con esperanza, paciencia, oración firme, generosidad, hospitalidad y humildad. (vv. 11-16).
Nuestro amor por Jesús
es la clave para la pasión espiritual.
1 comentario:
muy linda tu meditacion. Dios te bendiga!!!!
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