Nuestros pensamientos tienen enorme influencia sobre nuestro comportamiento y nuestras emociones. Por esta razón Pablo enseña que «las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Co 10.4–5). Como líder usted debe ser implacable con todo pensamiento que no es conforme a la verdad de Dios. Tómelo cautivo. Denúncielo y póngale las esposas en el nombre de Cristo. Preséntelo delante de su trono. Si le da lugar, lo llevará a usted por el camino de la ceguera donde, aun si se le aparece Jesús en persona, no lo reconocerá.
«Nuestros pensamientos no solamente revelan quiénes somos sino que predicen también lo que seremos. La voluntad puede convertirse en esclava de los pensamientos y en muchos sentidos hasta nuestras emociones dependen de nuestros pensamientos. Pensar estimula las emociones, y las emociones producen acciones».
A. W. Tozer
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